sábado, 29 de junio de 2024

Judith McNaught

Cerca Del Cielo


Judith McNaught - Cerca Del Cielo

Quince sirvientes vestidos  con su librea azul y oro del Conde de Cameron partieron   al amanecer desde Havenhurst  al mismo tiempo. Todos llevaban consigo   un urgente e idéntico  mensaje que el tío de Lady Elizabeth , Mr, Julius Cameron, hacía llegar a otras quince moradas  desperdigadas por toda Inglaterra. Los  destinatarios de estos mensajes tenían una sola cosa en común: tiempo atrás habían solicitado la mano de Lady  Elizabeth.   Todos  los quince caballeros, al leer el mensaje, sintieron un sobresalto frente al contenido, algunos se mostraron incrédulos, otros  divertidos, y otros pérfidamente satisfechos. Doce de ellos   rápidamente respondieron rechazando la  absurda oferta de Julius Cameron, y se apresuraron a ir en busca de amigos para contarles  gustosos el increíble  y sin precedente chisme. Tres de los destinatarios reaccionaron distintamente. Lord John Marchman recién  había vuelto de su  diario pasatiempo preferido, la caza, cuando se le acercó el mensajero de Havenhurst y un criado, quien le entregó el mensaje. “ Maldición!! Murmuró leyéndolo. El mensaje decía que Mr. Julius  Cameron deseaba ver su sobrina, Lady Elizabeth Cameron, convenientemente casada lo más pronto posible. Con este fin, decía, Mr Cameron , estaba dispuesto a reconsiderar la oferta de matrimonio, en otro tiempo rechazada, de John. Reconociendo, que había pasado un año y medio desde la última vez que se habían frecuentado, Julius Cameron, proponía mandar a su sobrina , debidamente acompañada por una chaperona, a pasar una semana a la mansión de John , con el fin de  “retomar la amistad”. Incrédulo, Lord Marchman  paseaba de un lado a otro, releyendo de  arriba abajo el mensaje.” Maldición!!! “,  repitió.  Pasándose  una mano entre los  rojizos cabellos, miró  amilanado la pared cercana, completamente cubierta con lo que le era más querido, los trofeos de caza por  él coleccionados en Europa y en todo el mundo. Un alce lo estaba mirando con  sus ojos de vidrio; más allá un jabalí salvaje mostraba sus fauces. Extendiendo el brazo acarició afectuosamente el alce en  la base de sus cornamentas, con gesto que expresaba gratitud por la espléndida  jornada de cacería que le había proporcionado aquel trofeo...
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