Demasiado Calor
Susana Torres - Demasiado Calor
Recopilación de varias Historias
Libérame:
Yo, Ana, ya era una mujer de éxito. Dirigía un restaurante de “cinco tenedores”, donde el cubierto costaba una fortuna y todo el mundo vestía de etiqueta. Era un trabajo con prestigio, relativamente sencillo una vez todo estaba bajo control, y que me permitía vivir muy por encima de la media, al menos a nivel económico.
Pero cuando conozco a John Carrera todo se desploma. Un hombre alto, con sus casi metro noventa de altura. Hombros anchos, asumibles abdominales bajo la camisa, y una media sonrisa de creerse un león en un mundo de ovejas. Cenó con el otro jefazo de no me acuerdo qué empresa, y ahí quedó todo. O no.
John no tardó en pedirme otro cubierto para mi día libre, pidiéndome que fuese su compañera durante la cena. Apenas me conocía, pero supuse que solo quería meterse entre mis piernas. ¿Entre nosotros? Acepté. John era el candidato perfecto para darme un capricho así.
Metal:
Mi nombre es Alice, y soy una joven nacida y criada en un pequeño pueblo de California. Sin embargo, no me he criado jugando con muñecas, sino con tuercas y componentes de coches. Hoy en día, en lugar de empujar un bolígrafo en una oficina, giro el manillar del acelerador de una Harley. En lugar de un bolígrafo y una libreta, cargo una pistola de 18mm. ¿Porqué? Porque me criaron así.
Mi padre, dueño del taller mecánico del pueblo, era la clase de hombre que siempre guardaba una escopeta recortada detrás de los neumáticos. Él atendía a toda la banda de moteros del pueblo, y no era inusual ver impactos de bala en el chasis. Convertirme en una de ellos era algo natural. Así que a la edad de 23 años, tras trabajar durante años en el taller de mi padre, me subí a una moto y comencé a vivir bajo las leyes de una banda y no las de un país.
¿A qué nos dedicamos? Principalmente al tráfico de armas y a proteger al pequeño comercio de bandas que se dedican al saqueo. Nada de drogas ni tráfico de personas. ¿El problema? Jack, el segundo al mando de la banda, lleva desde que estoy dentro intentando meterse entre mis piernas. Y sí, es atractivo, alto, atlético y por supuesto, sabe comportarse como “un hombre de verdad”.
No obstante, todo el mundo sabe que Jack es peligroso dentro y fuera de la cama. Lo saben las bandas rivales, los padres del pueblo y hasta la j*dida florista de la esquina. Así que no, no voy a decirle que no tan fácilmente. Llevo años tratando con su clase, así que no soy tan fácil de impresionar como las demás.
Revolución por Minuto:
Natalia era una universitaria formal de Medicina en Madrid. Siempre con su carpesano pegado al pecho y las gafas mirando hacia abajo. Hasta que llegó él. Javier León. Un hombre en una chaqueta de cuero, de espaldas anchas y cadena de metal en la cadera. Al fondo, seis motos y cinco hombres más enfundados en cazadoras.
Un puñetazo enfundado en un puño americano tumbó al suelo al cretino que intentaba atracar con una navaja. Cierto es que le propinó dos patadas de más en las costillas. Diez minutos después, la moto de su salvador la había llevado a un café en el barrio de Vallecas, Madrid. Era lo menos que podía hacer para agradecerle el gesto a “su salvador”.
Su porte duro, sus tatuajes y su ropa macara no casaban con la actitud que tenía por Natalia. El hombre hasta tenía conversación interesante, educación y caballerosidad. Con ella. Con sus hombres se comportaba de forma alfa, líder, y al parecer todo el mundo le tenía respeto en el barrio. Ellos ponían orden donde la ley no tiene tiempo o ganas, decía León. Pero la única forma que sabían era a través de un puño americano.
Era una situación complicada. Era un hombre peligroso. Ella una mujer “de bien”...
No hay comentarios:
Publicar un comentario