Último Atardecer En Lisboa
A. M. Irún - Último Atardecer En Lisboa
Todas estábamos cortadas por el mismo patrón. Todas habíamos estudiado para asistir en tareas de secretaria a algún directivo. Capacidad organizativa, idiomas, flexibilidad, multitarea, pro-actividad, presencia. Todas las chicas que habían pasado por ahí eran un calco, nada las diferenciaba. Nada nos diferenciaba... salvo una cosa. —Mi amante dice que hago buenos cunnilingus. Mi pensamiento inmediato fue que tenía que haberlo dicho en portugués. Dos segundos después, y alertada por la tos repentina de la mujer, caí en lo que había dicho. Mi boca estaba abierta. Quería decir algo, retractarme o pedir disculpas, pero me quedé absolutamente en blanco. El gesto de la directiva pasó de la confusión a la sorpresa y de ahí al bochorno. El ligero rubor de sus mejillas se hizo más intenso. —Bien, creo que es suficiente —dijo. Recolocó algunos papeles en su mesa—. Dile a Juanma que pase la siguiente. Como una autómata, y con la boca todavía abierta, me levanté y salí del despacho. Oí que nombraban a otra candidata y con el cierre de la puerta a mi espalda —otra más a la lista—, se me cayó al suelo mi castillo de naipes...
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